Por David Funes.
En un artículo anterior explicábamos por qué es erróneo calificar a los bosques como el pulmón verde del planeta. Aunque esto es así, nos parece importante aclarar que los bosques y selvas de nuestro planeta, y quizá en especial la selva amazónica, son entes imprescindibles para la vida en la Tierra. Y existen muchas y poderosas razones para reclamar y promover su conservación.
Entonces, ¿cuál es el verdadero pulmón verde del planeta, el principal responsable de la presencia de oxígeno en la atmósfera? Pues la respuesta la encontramos en los océanos. Y más concretamente en los organismos unicelulares del fitoplancton, que flotan por miles en la denominada zona fótica o eufótica del océano – que puede alcanzar los 200 primeros metros de profundidad-. Bajo esta denominación se incluyen dos grupos principales de organismos: las algas unicelulares y las cianobacterias fotosintéticas. Gracias a su trabajo fotosintético, estas microscópicas criaturas producen entre el 50 y el 85 % del oxígeno que se libera cada año a la atmósfera.
El ciclo respiratorio de los mares fue descrito por primera gracias a la puesta en órbita del satélite Nimbus 7, diseñado por la Agencia Espacial de los Estados Unidos (NASA España). A través de 60.000 imágenes, reflejó la densidad del fitoplancton en diversas partes del globo. Este retrato mundial de la clorofila fue analizado posteriormente por el experto C.J Tucker, del Centro Espacial de Vuelo Goddar quien, al comparar la actividad respiratoria de los mares con la producida por la vegetación terrestre, descubrió que se produce más oxígeno debido a su inmensidad, ya que la superficie marina cubre más de dos tercios de la superficie de la Tierra.
El fitoplancton genera al menos la mitad del oxígeno que respiramos -unos 27.000 millones de toneladas al año- “enterrando” anualmente a su vez unas 10 giga toneladas de carbono de la atmósfera en las profundidades del océano. Por tanto, la acción de estos microorganismos en nuestro planeta cumple una doble función, cediendo por un lado el imprescindible oxígeno a la atmósfera, y retirando de ella a su vez el CO2. Transformado este carbono en carbohidratos, tarde o temprano los demás organismos vivos podrán incluirlo en sus estructuras biológicas.
Desde la Estación Espacial Internacional, los astronautas observan a menudo un bello espectáculo que les brinda la naturaleza y que definen como «los colores de la vida». Una zona concreta del océano adquiere de repente unos tonos muy verdosos. Ahí se están produciendo explosiones o floraciones de vida de este tipo de microorganismos. Cuando ocurre uno de estos eventos, el color verde se refleja con más intensidad, hasta tal punto que se puede ver desde el espacio exterior.